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sábado, enero 05, 2008

El hábito peruano de cultivar el odio por Chile

Nota: Los peruanos han desarrollado la curiosa tesis sobre que la guerra de 1879, entre ese país y Chile, fue la más atroz y abusiva de la historia. Supuestamente, el ejército chileno habría sido más arrasador que las tropas nazis y las SS, que no sólo destruyeron, arrasaron, violaron y mataron a millones de seres humanos. También, según los peruanos, fueron más bárbaras que las tropas nazis y soviéticas, que arrasaron en ambos sentidos a países como Ucrania, país que fue destrozado y sus mujeres masivamente violadas de ida, por los nazis y regreso por los soviéticos, que vencía a los nazis en el frente oriental de Europa. Sin duda, los peruanos han decidido libremente vivir del odio, exagerando y mintiendo, a diferencia de los paises europeos que luego del abuso cometido por nazis y soviéticos, viven en paz... o por lo menos, no viven alimentando el odio por una guerra ocurrida 60 años después de términada la guerra entre Chile y Perú. Creo que en Perú ocurre ésto, porque el usar la historia y culpar a Chile por todos sus males es útil a los intereses de la clase dirigente peruana, que así no tiene que asumir responsabilidad por lo que han hecho y continúan haciendo en ese pobre país (y digo pobre país, porque una nación que tiene 34% de sus niños con desnutrición infantil crónica -irrecuperable física y mentalmente para toda la vida- que tiene 50% de su población viviendo en la misería y que es uno de los paises más corruptos del mundo, no puede sino ser un pobre país).

Artículo tomado del diario sensacionalista peruano La Razón (vaya ironía).

Las historias “consensuadas” entre Perú y Chile son un engaño

En el Mapocho el hábito de aborrecernos se ha convertido en instinto de raza

El Punto III del Acta de Lima de 1985, que sobre homologación de textos de historia firmarán el canciller Allan Wagner Tizón por el Perú y su homólogo chileno Jorge Del Valle Alliende, dice así: “Los ministros estuvieron de acuerdo en poner en práctica, en el más corto plazo posible, un procedimiento que permita en sus respectivos países efectuar una revisión de los textos de historia, a nivel de la enseñanza primaria y secundaria, con miras a darles un sentido de paz e integración”. Tal texto fue rechazado en todos sus términos por el ilustre peruanista don Alfonso Benavides Correa, en estas líneas que resumen apenas una parte de su magnífica obra (*) (NdR)
Alfonso Benavides Correa (n. 1925 + 2007)

Para recusar tan aberrante Acuerdo bastaría meditar sobre la lección que dio José de la Riva Agüero cuando afirmó con rotundidad que “la historia, ministerio grave y civil, examen de conciencia de las épocas y los pueblos, es escuela de seriedad y buen juicio pero también, y esencialmente, estímulo del deber y el heroísmo, ennoblecedora del alma, fuente y raíz del amor patrio”, atendiendo a que el patriotismo se alimenta y vive de la Historia, a que la palabra patria viene de padres y, por ello mismo, que “sobre el altar de la patria y bajo su gallarda llama hecha de ruegos e inmolaciones, de valor y de plegarias, deben existir siempre, como en la ritualidad litúrgica católica, los huesos de los predecesores y las reliquias de los mártires” (La historia en el Perú, Lima 1910).

Desde otro punto de vista cabría tener presente, asimismo, que las leyes del Perú no prohíben que los peruanos y peruanas de todas las edades, y de todas las condiciones económicas y sociales, lean lo que quieran y saquen sus propias conclusiones reponiendo en el recuerdo a Sebastián Castalion cuando, con esplendidez moral y osadía que llegó a causar asombro, se irguió contra el poder omnímodo del Calvino implacable que quemó a Miguel Servet, no sólo afirmó la frase lapidaria que “no hay ningún mandato divino, aunque se involucre el nombre de Dios, capaz de justificar la muerte de un hombre” sino que, en su célebre Manifiesto de la Tolerancia, escribió en 1551 que “nadie debe ser forzado a una convicción” porque “la convicción es libre” y que “investigar la verdad y decirla tal como se la piensa no puede ser nunca criminal”; filosofando con Huizinga cuando, haciendo reposar su concepto en el poder de la tradición que se hace presente como voces de muertos que asustan a los intrusos y salvan la integridad de los dominios nacionales, aseveró que “historia es la forma espiritual en que una cultura se rinde cuenta con su pasado”, con Rande formulándose preguntas sobre el valor moral de la historia como aliada y consejera de la política o con Spengler cuando vinculaba la política exterior a un día de éxitos verdaderos y, reclamando “estar en forma para todo acontecimiento imaginable”, pronosticaba en Años Decisivos que “serán los ejércitos y no los partidos la forma futura del poder” porque éstos “no saben encontrar el camino que conduce desde el pensamiento partidista al pensamiento estadista” y aseguraba que “una nación sin caudillo y sin armas, empobrecida y desgarrada, no tiene siquiera asegurada la mera existencia”; o con los estudios de Toynbee sobre las virtudes de la adversidad, la incitación del contorno, la pérdida de dominio sobre éste, el enmohecimiento de las armas y la eficiencia progresiva de éstas a las que sobreviene la ruina porque su agresividad las agota y se hacen intolerables a sus vecinos, el cisma en el cuerpo social y el cisma en el alma, el ritmo de la desintegración y la pérdida de la autodeterminación, las civilizaciones colapsadas por escépticas en su destino y mohosas en sus instrumentos.

En este filosofar así, meditando la lección de Américo Castro cuando elocuentemente enseñaba que “hay que esforzarse por ver, en unidad de estructura, de dónde arranca y hacia dónde va el vivir”; reparando que en nuestra patria la historia sirve para pintarnos el proceso doloroso por medio del cual se desvió el paso cívico y los dirigentes encargados de iluminar caminos le marcaron rumbos oscuros a la colectividad, me asalta un grave interrogante: ¿Qué razón movió al canciller Wagner a no reconocer la enseñanza de Gustavo Gutiérrez cuando en la Fuerza Histórica de los Pobres, al estudiar la historia de cautividad y liberación de los “cristos azotados de las Indias”, pregona la necesidad de “evitar la amnesia histórica”?

¿Me pregunto si será acaso más provechoso para el Perú sucumbir ante la amnesia histórica –la amnesia que Andrés Avelino Aramburú, el periodista de la defensa nacional como lo llama Raúl Porras, combatía apasionadamente enrostrando a la ciudadanía que hubiera usado las aguas del Leteo que borran los recuerdos de la memoria- que meditar con Jorge Basadre cuando en el prólogo a La chilenización de Tacna y Arica de Raúl Palacios Rodríguez, interrogaba si el Perú podría darse el lujo de esquematizar o dar las espaldas a su larga historia cuando a su alrededor no hay nadie que pisotee la propia y si el Perú podía ignorar que muy cerca era y es muy fácil detectar afanes revanchistas e indicios de avideces?

¿Me pregunto si tal vez resulte dañino para los peruanos borrar toda huella de los versos estremecedores de José Santos Chocano después que sonaron en el empedrado de las calles de Lima las botas del vencedor y manos chilenas arriaron del Palacio de Gobierno la Bandera del Perú?:

Recuerdo que a su lado
mi madre me tenía
aquel siniestro día
en que escuché espantado
sonar el destemplado
clarín del vencedor.
-¡Escúchalo!- decía
mi madre… Y lo escuchaba, lo escucho todavía
lo escucharé hasta cuando resuene otro mayor.
Por eso hoy me inspira
ese recuerdo henchido de la más santa ira,
los nervios de mi madre son cuerdas de mi lira….

¿Me pregunto si será acaso más provechoso para el Perú sucumbir ante la amnesia histórica que reflexionar sin censuras de ninguna clase sobre los siguientes mandatos de Manuel González Prada: “el hombre que siempre emergió” al decir de Luis Alberto Sánchez, a quien también corresponde el haber proclamado con razón que “algunas catástrofes nos han sobrevenido porque no tomamos en cuenta su lucidez”?

“Chile, como el tirano que mataba a sus mujeres y después saciaba en el cadáver su apetito de fiera con delirio genesíaco, chupó ayer nuestra sangre, trituró nuestros músculos, y quiere hoy celebrar con nosotros un contubernio imposible sobre el polvo de un cementerio. No creamos en la sinceridad de sus palabras ni en la buena fe de sus actos; hoy se abraza contra nosotros, para con la fuerza del abrazo hundir más y más el puñal que nos clavó en las entrañas. Dejemos ya de alucinarnos; en nuestro enemigo el hábito de aborrecernos se ha convertido en instinto de raza. En el pueblo chileno, la guerra contra el Perú se parece a la Guerra Santa entre musulmanes; hasta las piedras de las calles se levantarían para venir a golear, destrozar y desmenuzar nuestro cráneo. Chile, como el Alejandro crapuloso en el festín del Dryden, mataría siete veces a nuestros muertos; más aún: como el Otelo de Shakespeare, se gozaría en matarnos eternamente. Aquí, alrededor de estos sepulcros, debemos reunirnos fielmente no para hablar de confraternidad americana y olvido de las injurias sino para despertar el odio cuando se adormezca en nuestros corazones, para reabrir y enconar la herida cuando el tiempo quiera cicatrizar lo que no debe cicatrizarse nunca. Tenderemos la mano al vencedor, después que una generación más varonil y más aguerrida que la generación presente haya desencadenado sobre el territorio enemigo la tempestad de asolación que Chile hizo pasar sobre nosotros, después que la sangre de sus habitantes haya corrido como nuestra sangre, después que sus campos hayan sido talados como nuestros campos, después que sus poblaciones hayan ardido como nuestras poblaciones. Entretanto, nada de insultos procaces, de provocaciones insensatas ni de empresas aventuradas o prematuras; pero tampoco nada de adulaciones o bajezas, nada de convertirse los diplomáticos en lacayos palaciegos, ni los presidentes de la República en humildes caporales de Chile”. (Manuel González Prada, Páginas Libres, Madrid 1915)

¿Me pregunto, finalmente, si será acaso más provechoso para el Perú dejarse ganar por la amnesia histórica o releer esta prosa sin eufemismos, quemando naves, y calar estos pensamientos robustos y actuales que aparecen en El tonel de Diógenes:

“Con Chile no vale razones. Su conducta pasada nos anuncia su conducta venidera que nunca se guiará por un espíritu de justicia, que nunca procederá de buena fe con nosotros: su americanismo no pasa de un gastado recurso oratorio. Tiende la mano al Perú con tal que el Perú le conceda cuanto quiera pedirle. Se sorprende o finge sorprenderse de que algún peruano guarde el recuerdo de las abominaciones cometidas en la Guerra del 79”.

De aquellas imborrables abominaciones da cuenta Rubén Vargas Ugarte, S.J., en el tomo X de su Historia General del Perú editada por Milla Batres en 1984 en Barcelona.
Relata el padre Vargas los fusilamientos sin piedad en las gradas del templo y los excesos de la soldadesca chilena en Arica –fuera de todas las leyes de la guerra- después de la épica jornada del Morro. Se apoya el erudito autor en la comunicación del agente consular de Estados Unidos en Arica, quien le expresaba a su gobierno: “Debo decir que la conducta de los chilenos tanto en Tacna como en Arica es la más desgraciada. En Tacna la mayor parte de las casas han sido robadas y muchas de ellas destruidas. Asesinatos se cometen todos los días. En Arica asesinaron a los indefensos y heridos. La mayor parte de la ciudad ha sido quemada y saqueada”.
Sobre las expediciones que se llevaron a cabo por la Costa peruana para atemorizar a las poblaciones, escribió el sacerdote jesuita: “..estas expediciones no tuvieron otro objeto que el saquear poblaciones indefensas, destruir cuanto había de algún valor sin otro fin que el hacer daño, imponer cupos a las poblaciones que no ofrecían resistencia alguna y, en resumen, llevar a cabo una guerra vandálica, impropia de naciones civilizadas y de la cual no se hallan ejemplos en la edad moderna. Chile es el país que vino a constituir una excepción y escribió en sus anales una página de latrocinio y de asolamiento que la historia no podría olvidar”.

En el reverso de la fotografía de Patricio Lynch, recapitulando varias páginas, anota que “su nombre fue sinónimo de robo. Él encabezó una expedición por la Costa peruana en los transportes Itata y Copiapó. La expedición se entregó al saqueo, a la barbarie y al pillaje en los indefensos puertos de Chimbote (10 de setiembre de 1880), Supe (14, 15 y 18 de set.), Paita y Eten (20 y 24 de set.), Trujillo, Chocope y Lambayeque fueron expoliados con los llamados cupos, lo mismo que Chilca y Camaná, donde terminó la tal expedición que dejó un cuadro de verdadera desolación y horror. Los mismos representantes del Congreso de Santiago de Chile hubieron de elevar enérgicas protestas por tan tenebrosos actos de vandalismo, que no hicieron sino manchar la historia de ese pobre país”.

No omite el padre Vargas Ugarte referirse al desenfrenado saqueo e incendio de Chorrillos el 13 de enero de 1881 hasta ser reducido a escombros como lo certifican las placas fotográficas que tomó Courret de dicho acto de barbarie y corroboran las patéticas acuarelas del teniente de la marina inglesa Rudolf E. March Philips de Lisle, testigo imparcial de sanguinarias y sobrecogedoras matanzas. Recuerda Rubén Vargas Ugarte que “de la destrucción de Chorrillos, y de los excesos a que llegó la soldadesca chilena, se hicieron eco los mismos diarios chilenos de la época. Entre otros documentos –dice- puede citarse la Carta Política de Manuel J. Vicuña, testigo presencial de los sucesos”. No fue Vicuña el único. El corresponsal en campaña de El Mercurio de Valparaíso, en carta fechada el 22 de marzo de 1881, se refirió así al día inolvidable y dantesco, en que, como preámbulo al atroz en que el coronel Lagos dejó el pueblo de Barranco y avanzó sobre Miraflores a la que hizo prender fuego por sus cuatro costados al tiempo que la juventud limeña combatía bravamente y moría con honor en los reductos, “la noche se iba cerrando en las calles de Chorrillos, alumbradas por el fulgor de cien incendios, semejaba un fantástico cuadro de escenas del infierno” en que “el siniestro resplandor de los incendios alumbraba sólo repugnantes escenas de orgía y exterminio”.

Volviendo a Patricio Lynch recordemos el ¡Señor, acuérdate de los atenienses! que, según Herodoto se hacía repetir el gran rey persa para recordar, perennemente, la ofensa de los griegos. Por esta misma razón los peruanos tampoco olvidamos a Lynch que, al frente de su desalmada fuerza expedicionaria, recorrió todos los puertos de la Costa peruana con el objeto de arruinar la propiedad privada, apoderarse de las mercaderías y, como lo acredita sir Clements R. Markham en La Guerra entre el Perú y Chile (Ciudad de los Reyes, MCMXXII) en que denuncia la barbarie desenfrenada de las hordas de la conquista (p. 190 y siguientes), destruir las obras públicas como muelles, ferrocarriles y aduanas: “Ordenóse a Lynch que arrasase todo el litoral peruano, desde el Callao a Paita, y aquél cumplió sus instrucciones al pie de la letra, arruinando dondequiera tanto la propiedad pública como la privada. Los daños que causó no sólo en los puertos marítimos de Huacho, Supe, Salaverry, Trujillo, Pacasmayo, Chiclayo, Eten, Lambayeque y Paita, sino en todas las villas, haciendas y plantaciones, fueron incalculables. La obra de destrucción se llevó a cabo sistemática y bárbaramente. La dinamita fue el agente que se empleó para destruir los muelles de hierro y todos los edificios sólidos. Las casas que se incendiaron fueron regadas previamente con petróleo y otras sustancias igualmente inflamables”. Luego de referirse Markham a las enloquecidas atrocidades de Lynch en sus salvajes correrías, no omite el autor recordar que, “después de robar en lo posible a las poblaciones de la Costa peruana, regresó a Arica recibiendo de su gobierno la aprobación cordial de sus hazañas. Así terminó esa expedición de pillaje y de criminal saqueo, perpetua infamia para sus autores y para el gobierno que proyectó y aprobó su ejecución, tan grande que hasta los mejores escritores chilenos la condenan”.

Cabe recordar que no fue el último homenaje al sanguinario marino chileno. Relata Francisco A. Encina en su Historia de Chile que el general en jefe del ejército de ocupación, almirante Patricio Lynch, llegó a Valparaíso a bordo del Abtao el 30 de agosto de 1883, después que, el día 8, había sido ascendido a vicealmirante: “Desde el amanecer, escribe Encina, la ciudad de Valparaíso estaba embanderada. Arcos ornados de emblemas y leyendas se alzaban en el trayecto del muelle al Hotel Francia. Apenas se divisó en el horizonte la Abtao, la población entera se arremolinó en la playa. La marina, purgada de camarillas, se sentía ahora orgullosa de tener por jefe a una de las más estupendas figuras surgidas de la guerra”.

Cabe recordar finalmente que, respaldado por las páginas terribles de Víctor Miguel Valle Riestra (¿Cómo fue aquello?) y de Perolari Malmignati (Il Peru e i suoi tremendi giorni), quien no vaciló en calificar a los soldados chilenos de “bestias feroces” que llegaron a infundirle pavor a su propio jefe el general Baquedano en la noche de la toma de Chorrillos, anota el padre Vargas Ugarte en el reverso de la lámina XL: “Vencida toda resistencia en Miraflores el enemigo se dispuso a tomar la ciudad de Lima, lo cual se hizo en la tarde del 17 de enero de 1881. Los batallones chilenos ocuparon la Plaza de Armas en medio de un silencio sepulcral, la ciudad se había rendido y no quedaba sino la ocupación. Es de advertir que gracias a la mediación del almirante francés Bergasse du Petit Thouars, Lima se libró de ser devastada por el enemigo, pues advirtió al general Baquedano que, de no ser respetada la ciudad y sus pobladores, los cañones de su nave romperían los fuegos contra los barcos chilenos. Es de agradecer, también, la mediación del Cuerpo Diplomático residente en Lima”.

Agrega a continuación el autor que, “estando los chilenos en posesión de la ciudad, se dieron al saqueo de las principales instituciones culturales de Lima: entre la más afectadas estuvieron la Biblioteca Nacional, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la Casa de la Moneda, el Palacio de Gobierno, la Escuela de Artes y Oficios, el Palacio de la Exposición, el Congreso Nacional, la Escuela de Medicina de San Fernando, el Archivo Nacional, etc.”

Fue en aquella época de ominosa ocupación de la ciudad que el ya mencionado Patricio Lynch, como sucesor del jefe del ejército chileno coronel Pedro Lagos, el que después de las “repugnantes escenas de orgía y exterminio” que auspició en Chorrillos convirtió a la Universidad Nacional de San Marcos en cuartel de sus tropas y pesebrera de su caballada, no sólo llevó adelante la devastación del Perú que exigían el Congreso y la prensa chilenos sino que, como “el príncipe rojo” según lo llamó el historiador de su país Vicuña Mackenna, estableció en Lima un tribunal militar de “tigres revestidos o disfrazados con el ropaje de jueces” –al decir de Mariano Felipe Paz Soldán- que condenaba a muerte y hacía ejecutar, en las tristemente célebres “esquinas del escarmiento” como la Plazuela de la Salud y la intersección de la calle de la Salud y del jirón Arica (hoy Rufino Torrico), “a inocentes peruanos, sin más delito que haber presenciado, por casualidad, la pelea entre algún chileno que robaba y la víctima que se defendía, o ponía a salvo la honra de su familia”.

No parece suficiente lo anterior. Ante las pretensiones de los cancilleres Wagner y Del Valle de controlar la mente de nuestro pueblo libre y patriota, censurando lo que ha de leer y decidiendo qué libros ha de leer, es preciso reactualizar las siguientes exactas palabras que Alberto Ulloa Sotomayor escribió hace algunos años sobre una infortunada iniciativa brasilera renovada después por Chile (Informes del Asesor Técnico Jurídico, Lima 1941):

“Bajo un noble propósito de cordialidad continental, esa disposición contenía un peligroso espejismo e importaba la renuncia, por parte de países injustamente agraviados o víctimas de la acción agresiva de otros Estados, a constataciones históricas y a la legítima formación en su juventud de un espíritu de justa calificación de la Historia, así como de la voluntad de impedir que ésta se repita por debilidad o por ignorancia. Los términos citados, viniendo a consagrar con el silencio que prepara el olvido, no sólo la realidad material sino la confirmación espiritual de grandes injusticias pretéritas, representarían, en casos determinados, el indulto de delitos históricos que las generaciones deben conocer para que su conciencia vigilante impida su repetición o procure su rectificación, según las situaciones y las oportunidades por venir, dentro de los campos legítimos de la acción diplomática y jurídica. Este espíritu no estorba sino facilita una tendencia pacífica y de profunda solidaridad humana en las nuevas generaciones porque no representa un sentimiento de revancha sino de adhesión al Derecho, cuyo respeto es condición necesaria para la armónica convivencia internacional. El silencio y el olvido que imponen la aceptación de las soluciones de fuerza y de los procedimientos antijurídicos en la vida de relación de los Estados, actúan como incitadores para su repetición. Convienen a la política de Estados Imperialistas, expansivos o conquistadores, pero no a la política de los Estados que han sido o pueden ser víctimas de los primeros”.

El mismo Ulloa también fue quien, ante remanentes intereses que aceptan la mutilación y persisten en alistarse contra la Nación negociando o declinando su soberanía sea porque no nacieron dentro de los muros del Perú ni fueron criados dentro de esos benditos muros en salas que resuenan con las bendiciones de heroicos antepasados o sea porque con estirpe extranjera no pudieron saber realmente lo que es nacer peruano y no fueron sino peruanos por cortesía, proclama que “mientras no desaparezcan totalmente las generaciones que hicieron la guerra o las que recibieron de éstas la tradición oral de sus horrores y la tradición escrita de cómo se preparó la agresión y de cómo se quiso prolongarla en Tacna y Arica, hasta cerca de 50 años después de haber cesado las hostilidades militares, la amistad con Chile tendrá que desenvolverse en un campo de dignidad y de vecindad sin intimidad dentro del cual quepan la coordinación de los intereses recíprocos y el recuerdo de agravios sufridos por el Perú como Nación que las víctimas del injusto sacrificio han nimbado de heroísmo” e incorporando al alma nacional en un sentimiento que, por encima de tímidos y nocivos eufemismos, Víctor Raúl Haya de la Torre definió así en la entrevista que le concedió el 2 de octubre de 1977 a la Revista Resumen de Caracas: “Los peruanos creen que el Corredor propuesto establece ya una separación absoluta entre Perú y Chile al norte de Arica y hay un remoto anhelo patriótico de recuperar Arica”.

(*) Los triunfos que se dejó arrebatar la diplomacia peruana
Una difícil vecindad,
II Edición 1997; Cap. VII

jueves, enero 03, 2008

¿El huevo o la gallina? o ¿qué dice la Declaración de Santiago de 1952... según Perú?

En la interpretación peruana hay una argumentación lógica insostenible

La postura peruana es que este documento sólo habla del uso del paralelo para definir la frontera marítima cuando existen islas próximas a la frontera, y como esto no ocurriría en la frontera entre Chile y Perú, la Declaración sólo sería aplicable a la frontera de Perú con Ecuador (país que también la suscribió).

Les mostraré que el documento dice algo muy diferente a la interpretación peruana. Veamos el texto:

Texto completo

Artículo 4:

"En el caso de territorio insular, la zona de 200 millas marinas se aplicará en todo el contorno de la isla o grupo de islas. Si una isla o grupo de islas pertenecientes a uno de los países declarantes estuviere a menos de 200 millas marinas de la zona marítima general que corresponde a otro de ellos, la zona marítima de esta isla o grupo de islas quedará limitada por el paralelo del punto en que llega al mar la frontera terrestre de los Estados respectivos."

En la primera parte del párrafo, dice:

"En el caso de territorio insular, la zona de 200 millas marinas se aplicará en todo el contorno de la isla o grupo de islas".

Esto es: alrededor de las islas se proyecta un territorio marítimo de 200 millas (muy simple).

Continua el párrafo:

"Si una isla o grupo de islas pertenecientes a uno de los países declarantes estuviere a menos de 200 millas marinas de la zona marítima general que corresponde a otro de ellos, la zona marítima de esta isla o grupo de islas quedará limitada por el paralelo del punto en que llega al mar la frontera terrestre de los Estados respectivos"

Lo que dice en síntesis, es: Si la proyección del territorio marítimo insular -de 200 millas- entra en el MAR DEL VECINO, se corta el territorio marítimo de la isla, de manera que no sobrepase el paralelo geográfico.

Veamos en detalle:

"Si una isla o grupo de islas pertenecientes a uno de los países declarantes estuviere a menos de 200 millas marinas DE LA ZONA MARITIMA GENERAL QUE CORRESPONDE A OTRO de ellos..."

Es decir, si la isla o grupo de islas está a menos de 200 millas del "MAR AJENO" (lo que implica un reconocimiento tácito de la existencia de un límite marítimo, que define donde comienza ese "mar ajeno").




"... la zona marítima de esta isla o grupo de islas quedará limitada por el paralelo del punto en que llega al mar la frontera terrestre de los Estados respectivos".

Es decir, en ese caso: la proyección marítima de la isla será cortada por el paralelo.

Este artículo en particular, al contrario de lo interpretado por Perú, no hace mas que reafirmar la decisión de Perú, Chile y Ecuador respecto a declarar que sus mares están definidos siguiendo los paralelos geográficos, y que ni siquiera la existencia de una isla próxima al paralelo puede modificar tal situación.

Además, hay una incoherencia en la interpretación peruana y su reclamo sobre la inexistencia de un límite marítimo con Chile, porque ¿cómo se puede siquiera justificar la firma de este documento, de no existir límites marítimos reconocidos por todas las partes, si la misma Declaración hace referencia al posible traspaso de esos límites?

Lo dice explícitamente, si el mar proyectado para una isla ENTRA EN MAR AJENO. ¿Cómo puede la proyección de una isla entrar en un mar que no esta definido donde comienza?.... (para tener luces sobre cual era el límite previo reconocido, ver el Decreto Supremo Nº 781 de Peru de 1947).

"... declara que ejercerá dicho control y protección sobre el mar adyacente a las costas del territorio peruano en una zona comprendida entre esas costas y una línea imaginaria paralela a ellas y trazada sobre el mar a una distancia de doscientas millas marinas, medida siguiendo la línea de los paralelos geográficos."

La Declaración de Santiago dice algo completamente distinto a lo que interpretan los políticos, analistas, militares y diplomáticos peruanos, que pretenden usar este artículo para decir que 1) el paralelo sólo se aplica si existe una isla o grupo de islas en las proximidades de la frontera y 2) que en la frontera de Chile y Perú no hay islas, y por lo tanto, no se aplica el uso de los paralelos... y por lo tanto, no está definida la frontera.

De hecho, en esa interpretación hay una especie de paradoja del tipo "Huevo o la Gallina":

¡NO HAY FRONTERA MARITIMA con Chile porque no existen islas CERCA DE LA FRONTERA MARITIMA! (claramente, algo no está bien en esa frase).

Apliquemos el argumento peruano a la Declaración: No hay islas en Chile...

¿Donde no hay islas? ¿en la Patagonia? ¿en la Polinesia? ¿donde no está la isla o grupo de islas citadas en la Declaración de Santiago?

Sólo hay una respuesta correcta de acuerdo a este documento: No hay islas a menos de 200 millas DEL LIMITE MARITIMO DONDE COMIENZA EL MAR PERUANO Y TERMINA EL MAR CHILENO, y por lo tanto, ya en 1952 se sabía y se aceptaba donde está ese límite... límite que hoy Perú reclama que "no existe".

Perú, por otro lado, pretende usar este documento para reconocer la frontera marítima y otorgarle el status de tratado límitrofe con Ecuador y al mismo pretende usar el documento para excluir de esos reconocimientos a Chile. El problema es que para hacer esta exclusión, tiene que utilizar el artículo que hace referencia al límite marítimo, que Perú -precisamente- rechaza como definido.

Perú tendría dos opciones: desconocer el documento como tratado con Ecuador o reconocerlo también como tratado limítrofe con Chile.

El dilema peruano es que firmó en 1998 un protocolo con Ecuador (luego de la Guerra del Cenepa de 1995) en que reconoce que todos sus asuntos limítrofes están zanjados. Perú entonces está obligado a reconocer haber firmado algún documento que defina su frontera marítima con Ecuador, y los únicos documentos firmados entre ambos paises, son los que también firmó Chile.

Si Perú desconoce la Declaración de Santiago como definitoria de su frontera marítima con Ecuador, violaría el protocolo de 1998 y estaría reabriendo una historia de conflictos con ese pais que ha derivado en varias guerras, la última hace tan solo 13 años.

De ahí que Perú busque interpretar el artículo 4 de manera "ambigua", buscando validar el documento con Ecuador y desconociendo su aplicación a la frontera con Chile, cayendo en estos absurdos lógicos.

La Declaración de Santiago de 1952, junto con reconocer y validar la existencia de fronteras marítimas definidas, aceptadas y respetadas entre Perú, Chile y Ecuador, sólo hace referencia al paralelo geográfico para explicitar que en el caso de que haya islas próximas a la frontera, incluso en esa circunstancias, imperará el uso del paralelo para la delimitación maritima.

Perú ha quedado atrapado entre su retórica antichilena -impulsada por su clase dirigente- que hoy lo obliga frente a sus propios ciudadanos a actuar contra Chile presentando una demanda ante La Haya, y los muchos acuerdos y tratados que el gobierno peruano firmó o emitió unilteralmente en el pasado.

Decreto Supremo Nº 781 del gobierno peruano (1947)

El Presidente de la República

CONSIDERANDO:

Que la plataforma submarina o zócalo continental forma con el continente una sola unidad morfológica y geológica;

Que en dicha plataforma continental existen riquezas naturales cuya pertenencia al patrimonio nacional es indispensable proclamar.

Que es igualmente necesario que el Estado proteja, conserve y reglamente el uso de los recursos pesqueros y otras riquezas naturales que se encuentren en las aguas epicontinentales que cubren la plataforma submarina y en los mares continentales adyacentes a ella, a fin de que tales riquezas, esenciales para la vida nacional, continúan explotándose o se exploten en lo futuro, en forma que no cause detrimento a la economía del país ni a su producción alimenticia.

Que la riqueza fertilizante que depositan las aves guaneras en las islas del litoral peruano requiere también para su salvaguardia la protección, conservación y reglamentación del uso de los recursos pesqueros que sirven de sustento a dichas aves.

Que el derecho a proclamar la soberanía del Estado y la jurisdicción nacional sobre toda la extensión de la plataforma o zócalo submarino, así como sobre las aguas epicontinentales que los cubren y sobre las del mar adyacente a ellas, en toda la extensión necesaria para la conservación y vigilancia de las riquezas allí contenidas, ha sido declarado por otros Estados y admitido prácticamente en el orden internacional (Declaración del Presidente de los Estados Unidos de América del 28 de setiembre de 1945; Decreto del Presidente de México del 29 de octubre de 1945; Decreto del Presidente de la Nación Argentina del 11 de octubre de 1946; Declaración del Presidente de Chile del 23 de junio de 1947).

Que el artículo 37° de la Constitución del Estado establece que las minas, tierras, bosques, aguas y en general, todas las fuentes naturales de riqueza pertenecen al Estado, salvo los derechos legalmente adquiridos;

Que en ejercicio de la soberanía y en resguardo de los intereses económicos nacionales, es obligación del Estado fijar de una manera inconfundible el dominio marítimo de la Nación, dentro del cual deben ser ejercitados la protección, conservación y vigilancia de las riquezas naturales antes aludidas;
Con el voto consultivo del Consejo de Ministros:

DECRETA:

1.- Declárase que la soberanía y jurisdicción nacionales se extienden a la plataforma submarina o zócalo continental o insular adyacente a las costas continentales e insulares del territorio nacional cualesquiera que sean la profundidad y extensión que abarque dicho zócalo.

2.- La soberanía y jurisdicción nacionales se ejercen también sobre el mar adyacente a las costas del territorio nacional, cualesquiera que sea su profundidad y en la extensión necesaria para reservar, proteger, conservar y utilizar los recursos y riquezas naturales de toda clase que en o debajo de dicho mar se encuentren.

3.- Como consecuencia de las declaraciones anteriores, el Estado se reserva el derecho de establecer la demarcación de las zonas de control y protección de las riquezas nacionales en los mares continentales e insulares que quedan bajo el control del Gobierno del Perú, y de modificar dicha demarcación de acuerdo con las circunstancias sobrevinientes por razón de los nuevos descubrimientos, estudios e intereses nacionales que fueren advertidos en el futuro; y, desde luego, declara que ejercerá dicho control y protección sobre el mar adyacente a las costas del territorio peruano en una zona comprendida entre esas costas y una línea imaginaria paralela a ellas y trazada sobre el mar a una distancia de doscientas millas marinas, medida siguiendo la línea de los paralelos geográficos. Respecto de las islas nacionales esta demarcación se trazará señalándose una zona de mar contigua a las costas de dichas islas, hasta una distancia de doscientas millas marinas medidas desde cada uno de los puntos del contorno de ellas.

4.- La presente declaración no afecta el derecho de libre navegación de naves de todas las naciones, conforme al Derecho Internacional.

Dado en la Casa de gobierno, en Lima, el día primero de agosto de mil novecientos cuarenta y siete.

miércoles, enero 02, 2008

Chile anuncia compra de sistema satelital para vigilar sus fronteras

El Ministerio de Defensa chileno anticipó que la compra, a la que atribuyó fines pacíficos, será sellada en marzo.

El gobierno chileno confirmó que adquirirá un sistema satelital para tener un control instantáneo de su territorio y fronteras, iniciativa que se une a la completa renovación de buques, aviones y tanques de fuerzas armadas.

El Ministerio de Defensa anticipó que la compra, a la que atribuyó fines pacíficos, será sellada en marzo, cuando termine el proceso de licitación con nueve empresas internacionales.

La estrategia espacial, sancionada por la presidenta Michelle Bachelet, considera la creación de una Agencia Chilena del Espacio, de carácter civil, que será la responsable de liderar estas materias.

El sistema satelital permitirá a Chile disponer de información georreferenciada propia para fines agrícolas, pecuarios y ambientales, además de apoyar el control de desastres naturales.

Junto a este sistema satelital, el país invirtió miles de millones de dólares en renovar su capacidad bélica en los últimos diez años.

En este proceso las fuerzas armadas incorporaron a su poderío, 140 tanques antinucleares alemanes, dos submarinos Scorpene, aviones F-16 y ocho fragatas.

El gobierno chileno y sus Fuerzas Armadas negocian hoy una nueva política de adquisiciones, con un horizonte de veinte años, con el objetivo de garantizar una capacidad defensiva en caso de un conflicto simultáneo con Argentina, Bolivia y Perú.

Las conversaciones, según fuentes del gobierno y el parlamento, tienen como principal punto de conflicto el destino de los 3.000 millones de dólares de que dispondrán los institutos castrenses a fines del gobierno de la presidenta Michelle Bachelet en 2010.

Los recursos provienen de aportes directos que efectúa la cuprífera estatal Codelco a las Fuerzas Armadas, debido a una ley dictada en 1978, durante la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-1990).

El alto precio del cobre, que triplica sus valores históricos, disparó el monto de los aportes desde 2005 a la fecha.

Los militares aceptan modificar el mecanismo de financiamiento, siempre que se establezca un presupuesto multianual, vinculado a proyectos de desarrollo de la defensa. Por ejemplo, el mejoramiento de todo el sistema antiaéreo.

Pero más allá de las diferencias en los montos de largo plazo que se destinarán a la compra de armas, el criterio de una política de largo plazo para la compra de armas es apoyado por políticos de gobierno y oposición.

Sin embargo, el gasto de estos recursos no será inmediato. El gobierno chileno entiende que una adquisición masiva de armas puede generar un desequilibrio regional y no desea introducir ese problema en sus relaciones vecinales.

Fuentes de Defensa, dijeron a la agencia DPA además que la compra masiva será detenida por un tiempo.

Asimismo, la compra de armas ofensivas como portaaviones o misiles de alcance medio (continentales) está descartada, aunque se dispone de esos recursos, explicaron a dpa fuentes de Defensa. El debate tiene como telón de fondo el hecho que nunca en su historia las Fuerzas Armadas dispusieron de tantos recursos. Ni siquiera durante los 17 años de dictadura militar (1973-1990).

Sólo en 2006, los institutos castrenses recibieron 1.300 millones de dólares, de los cuales ahorraron 360 millones de dólares. La cifra equivale al uno por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).

En 2007 captaron otros mil millones de dólares, mientras que para el trienio 2008-2010 aguardan una cifra similar, aunque con mayor volatilidad y dependiendo de los precios internacionales del cobre.

Hasta ahora el gobierno no informó sobre el destino que dará a los recursos. Ellos permitirían al país adquirir otras centenas de tanques Leopard, ocho submarinos franco-españoles Scorpene o decenas de aviones F-16 de última generación.

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lunes, diciembre 31, 2007

La decreciente expansión de las exportaciones peruanas

Nota: Este tema no tiene mucho que ver con Chile, pero ya que los peruanos han dicho que van a competir con Chile en su desarrollo y que lo piensan "superar" en 2011, el tema tiene una relación marginal con Chile (por "superar" los peruanos se refieren a alcanzar el PBI de Chile. Lo que omiten en ese "superar", es que Chile tiene la mitad de población, es decir, a igual PBI el PBI por habitante de Chile será el doble del peruano. Hoy, Chile supera el PBI peruano por cerca de 45%).

Con un decrecimiento en las exportaciones tradicionales y un mayor protagonismo de las no tradicionales, las exportaciones peruanas sumarían en el 2008 US$ 30,284 millones, 8.8% más que este año, que cerraría en US$ 27,824 millones, informó la Asociación de Exportadores (ADEX)

Un reporte de la Gerencia de Estudios Económicos del gremio exportador señaló que la tasa de crecimiento anual (8.8%) es el resultado del comportamiento tendencial de nuestros envíos en el 2007.

"Esta proyección se deduce del comportamiento de la tasa de crecimiento de nuestras exportaciones en los últimos 12 meses. En diciembre del 2006 el índice fue de 38%, diciembre de este año seguirá una senda decreciente con lo que terminaría con un crecimiento de 17%, mientras que en diciembre del próximo año el incremento será de sólo 8%, detalló.

Indicó que la proyección de ADEX es planteada como una línea base pasiva, pero señala, a su vez, que se tiene la mayor de las convicciones y el claro propósito de hacer todo lo necesario para superar la barrera de los US$ 30 mil millones.

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ACLARACION: Este blog no es antiperuano ni nacionalista chileno. Este blog simplemente recopila y (a veces) comenta sobre artículos recopilados en la prensa nacional y mundial y que involucran a Chile. Si parece "cargado" hacia Perú, simplemente, es resultado de la publicación constante -y obsesiva- en ese país de artículos en que se relaciona a Chile. Así también, como ejemplo opuesto, no aparecen articulos argentinos, simplemente, porque en ese país no se publican notas frecuentes respecto Chile. Este blog también publica -de vez en cuando- artículos (peruanos o de medios internacionales) para desmitificar ciertas creencias peruanas -promovidas por medios de comunicación y políticos populistas de ese país- sobre que Perú ha superado el desarrollo chileno, lo que es usado en ese país para asegurar que Chile envidia a Perú y que por eso buscaría perjudicarlo. Es decir, se usa el mito de la superación peruana y la envidia, para incitar el odio antichileno en Perú.