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jueves, agosto 03, 2006

La integración en riesgo

Tomado de La Gaceta, Tucuman - Argentina

BUENOS AIRES. - Una lluvia de granizo imparable cayó durante la semana, del otro lado de las fronteras, sobre las cabezas de Michelle Bachelet y de Tabaré Vázquez. En ambos casos, la virulenta pedrea llegó desde la Argentina, y lo cierto es que su poder de destrucción le ha quitado un poco más de contenido a la tan mentada “integración” y sumado aún más desconfianza a ambas relaciones.

Lo más complejo de explicar es que los certeros lanzadores de misiles fueron dos ministros del Poder Ejecutivo y que, tal como se manejan las cosas en el Gobierno nacional, nadie piensa desde Chile y Uruguay que haya habido ni una pizca de juego propio de parte de Julio de Vido y Jorge Taiana, los ejecutores respectivos y visibles de tamaños cascotazos. Todos miran a Néstor Kirchner.

El inesperado fenómeno ha colocado a ambos presidentes “amigos” en situaciones de debilidad frente a sus respectivas oposiciones, situación extraña por ser ambos de partidos “del palo” y otrora admirados y promovidos por el Presidente, quien ahora contribuye (y así lo ven analistas de ambos países) a desestabilizarlos.

Desde ya, que estos hacen algunas especulaciones que surgen del ambiguo papel que cumplió la Argentina en la Cumbre de Córdoba, donde fue un anfitrión que se dejó robar el cartel por Hugo Chávez y Fidel Castro. Con algo de paranoia, desde afuera se piensa que un virtual alineamiento con Venezuela es lo que ha jugado de modo decisivo en todas estas movidas argentinas frente a Chile y Uruguay, aunque desde la Casa de Gobierno se hayan empeñado en rescatar el momento de idilio que hoy se estaría viviendo con Brasil (“la Francia y la Alemania del Mercosur”, dijo Lula) y en filtrar el disgusto presidencial por la negativa de Castro a escuchar siquiera de su boca el caso Molina.

Sin embargo, la situación debería enmarcarse por ahora más en cuestiones domésticas, puertas hacia adentro de la Argentina, que en especulaciones internacionales. Encuestas mediante, las volteretas ministeriales tienen que ver con la recurrente ambigüedad en la que suele caer el Gobierno, cada vez que situaciones externas no deseadas involucran a la opinión pública local y amenazan con herirla en su bolsillo o en sus convicciones.

Hasta ahora y, como regla, las autoridades siempre prefirieron barrer los problemas debajo de la alfombra, antes que atacarlos por el lado de la persuasión colectiva, pese a los daños colaterales que se producen luego en materia institucional, en el ajuste de los precios o en la inserción argentina en el mundo. El Gobierno aún no ha sabido resolver el problema, pese a contar con altísimos e inéditos niveles de aprobación, tras tres años de desgaste a cuestas, rango que hoy se ubica en 75,8 %, según el CEOP.

Contra la corriente

La cuestión de la carne ha sido un fiel ejemplo de los enredos que provoca querer navegar contra la corriente de los precios internacionales, y otro tanto ha ocurrido con los atrasos en los valores de la energía, donde, por ejemplo, el actual parque eléctrico está colgado de alfileres, tras varios años de parate inversor. Dicen los expertos que hoy no se está en condiciones de sustentar una tasa de crecimiento sostenido que, por definición, exige mayor disponibilidad energética, mientras auguran dificultades serias y hasta necesidades de importar petróleo, gas y electricidad más o menos cercanas en el tiempo.

¿Cómo contesta el Gobierno a estas advertencias? Con un chascarrillo soberbio e irritante: “esto es como el dólar a 10 pesos. A ver, ¿adónde están los cortes que nunca suceden?” Pues bien, han sucedido y no por imprevisión, sino en apariencia por un accidente, pero el corte de luz del viernes, en el frío de la noche de Buenos Aires, demostró que no hay reservas suficientes para que un plan de contingencia solucione la situación en minutos. Ya saldrán los funcionarios a cazar brujas; los canales de televisión se pondrán del lado de los damnificados sin preguntarse por qué han ocurrido las cosas y seguramente las culpas serán pagadas por la empresa distribuidora. Pero lo cierto es que de la misma manera en que se manejan estas cuestiones tan domésticas se actúa en política exterior, donde las formas son tanto o más importantes que el fondo.

Más allá del grado de razonabilidad que puedan tener las posturas argentinas en los casos del gas y las pasteras, desde lo político las incursiones de la semana de los ministros le generaron chichones extremos a los gobernantes vecinos, que el uruguayo pudo capear mejor en el frente interno que la presidente chilena.

Por un lado, el gobierno de Tabaré atinó a declararse “perplejo” ante el cambio público de postura que expresó el canciller Taiana en Gualeguaychú el jueves, mientras que Bachelet dijo que en su país hay “decepción” por la actitud argentina de prometer un precio del gas que luego fue aumentado sobre la marcha.

Dicen en Chile que, tras la reunión bilateral que se produjo durante la Cumbre de Córdoba, De Vido le habría comentado oficialmente a la ministra de Energía, Karen Poniachik que las retenciones iban a ser de 35 % y que eso daba un gas de U$S 3,80/3,90 por millón de BTU o en fin, menos de U$S 4 y así la chilena lo desparramó a los cuatro vientos en su país.

El Boletín Oficial

Cuando la Argentina clarificó la situación vía Boletín Oficial, las retenciones se elevaron a 45 %, el precio saltó por encima de los U$S 4,5 y ahora la cabeza de la pobre Poniachik está por rodar, mientras la presidencia se desgasta a diario, porque no sólo no hay certezas con respecto al volumen (todo un karma de volatilidad para la planificación trasandina) sino que, para la visión chilena, la Argentina ha modificado los precios de modo unilateral, defraudó su confianza y deterioró la relación estratégica.

Para explicar el desaguisado hay tres versiones. La oficial argentina dice que se le trasladará a Chile sólo el costo del aumento del gas que se le compra a Bolivia, algo complicado porque este país le vende a la Argentina tres veces menos que lo que se entrega a los chilenos; la extraoficial, también local, que sugiere que De Vido habría omitido por “olvido” decirle a los chilenos que al precio que les pasó había que sumarle el costo de transporte (U$S 0,60) para ponérselo en la frontera y la conspirativa chilena que cree ver la sombra de Chávez en el asunto.

Bachelet resultó ser la más perjudicada, condicionada, como está, por las fuerzas de oposición que le endilgan debilidad ante la Argentina.

El episodio de puesta en escena y difusión de la carta enviada al presidente Kirchner fue una demostración de fortaleza dedicada a su público interno, pero no dejó de tener un mal sabor para la Cancillería argentina que contaría con pocos argumentos para rechazarla. Pero Tabaré Vázquez no la pasó mejor.

Al rechazar el monitoreo conjunto propuesto por Uruguay, el canciller Taiana no sólo utilizó un discurso que complica las posibilidades de diálogo, sino que también jaqueó a Tabaré en su frente interno, situación que aún controla gracias a su admirable capacidad de haber podido reunir alrededor de una mesa a los líderes de los partidos tradicionales.

Pero el canciller fue más allá, frente a los 300 asambleístas que lo ovacionaron ocho veces. Con un discurso bastante medido que buscó poner paños fríos ante algunos excesos en los pedidos de la gente, pero contradiciendo el espíritu del fallo de La Haya dio a entender que él tenía la convicción que las plantas aún no construidas, situación por la que los jueces se declararon expectantes, producirán “un daño irreparable”.

Mojadura de oreja

Tal flagrante contradicción le permitió a su par oriental, Reinaldo Gargano elaborar una desafortunada chicana de mojadura de oreja, con un “la Argentina no acepta el fallo”, lo que es igual a decir, en términos futbolísticos rioplatenses, que no sabe perder. Otro mal precedente para cualquier acercamiento.

Por último y, en su afán de mostrarse más cercano a la gente, Taiana tensó todavía un poco más la cuerda, al convalidar los cortes de rutas y encuadrarlos, dentro de la libertad de expresión, como “un derecho humano” preferente, por encima del derecho a la circulación que consagra la Constitución para “entrar, permanecer, transitar y salir” del territorio argentino.

La tesis de Taiana es que nunca quedaron cerrados todos los pasos con el Uruguay, por lo cual no hubo daño ni al turismo ni a la circulación de bienes.

Pues bien, entonces el país se ha comprado otro problema porque un grupo de 30 empresarios uruguayos se preparan para demandar a la Argentina por los perjuicios económicos ocasionados por los cortes de rutas. Si lo ganan, la patriada de Gualeguaychú por la eventual contaminación y por preservar la vista de su balneario que el Gobierno ahora acompaña, la deberán afrontar todos los contribuyentes. (DyN)

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